Nueva York – En respuesta al anuncio del presidente Trump sobre la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, el CEO del AJC, David Harris, emitió la siguiente declaración:

Cuando el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) fue anunciado por primera vez el 14 de julio de 2015, AJC se tomó tres semanas para estudiar el acuerdo, reunirse con altos funcionarios estadounidenses, europeos y del Medio Oriente, y realizar una exhaustiva y profunda discusión interna. Estos pasos se dieron con el trasfondo de casi dos décadas durante las cuales AJC se enfocó en la creciente amenaza planteada por Irán, e incontables conversaciones de Beijing a Berlín, de Tokio a París, de Nueva Delhi a Bruselas, de Washington a la ONU, y más allá.

Al final, concluimos que no podíamos apoyar este acuerdo, ya que temíamos que sus defectos -disposiciones no vinculantes respecto al desarrollo de misiles balísticos, desatención de la conducta desestabilizadora de Irán en la región, debilidades en la cobertura del régimen de inspecciones, y una cláusula de expiración peligrosa- lo terminarían por definir.

Más aún, el hecho de que el acuerdo nunca fue remitido al Senado de Estados Unidos y dado que ningún senador republicano expresó su apoyo, junto con una baja popularidad según varias encuestas, casi aseguraba que el JCPOA quedaría en la cuerda floja apenas los republicanos llegaran al poder.

Por desgracia, esto es exactamente lo que ocurrió.

 

A esto se suma que, pese a las repetidas predicciones de la Administración Obama de que el JCPOA ayudaría a moderar el comportamiento de Irán y trasladaría su foco hacia el crecimiento económico y el desarrollo doméstico -argumentos que nosotros mismos escuchamos más de una vez-, Teherán ha incrementado sus agresiones a nivel regional, usado repetidamente su poder militar, continúa llamando a la aniquilación de Israel y la “muerte a Estados Unidos”, y ha hecho gala de su avanzado programa misilístico.

La increíble hazaña de la inteligencia israelí en Irán subrayó aún más el ya conocido patrón iraní de engaños y desinformación, y sirvió como una advertencia adicional a la comunidad internacional respecto de las verdaderas intenciones del liderazgo iraní.
 


El presidente Donald J. Trump nunca escondió su desdén por el JCPOA o su amenaza de retirar a Estados Unidos de este marco. Pero él también dejó abierta la posibilidad de que, si nuestros aliados europeos estaban dispuestos a abordar con seriedad las debilidades centrales, existiría entonces una alternativa a terminar el acuerdo. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos a ambos lados del Atlántico, los estadounidenses y los europeos no pudieron llegar a un consenso pleno sobre los pasos a futuro.

Esto es sumamente lamentable. Pese a nuestras muchas reservas, hemos deseado ver un acuerdo “mejorado”, no “cancelado”, en esta etapa del proceso.

Solo resta esperar que la decisión del presidente, significativa como es, no ponga fin al esfuerzo de encontrar un denominador común. Lo último que se quiere es un distanciamiento entre Estados Unidos y nuestros socios europeos, ya que Irán saldría como el único beneficiario. Y dadas las amenazas presentes y futuras que Irán plantea para la seguridad regional y global, ése debería ser un resultado al que nadie debería aspirar en Estados Unidos o Europa.

 

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